sábado, 27 de septiembre de 2014

El estúpidoysensualtrabajoremunerado y las ganas de vivir I


Nos vamos a saltar la parte donde digo "puta, sorry, llevo siglos sin postear", básicamente porque:
1) A nadie le importa.
2) No tengo excusas, fue just because.
3) Si es usted un seguidor constante y fanático de este mi blog, se habrá dado cuenta de que es normal y no va a dejar de pasar.

No-disculpas hechas y aceptadas, pasemos a lo nuestro.


Yo soy un espíritu libre, que libremente desearía pasar el 90% de los días de su vida durmiendo, leyendo y engordando sin culpa a golpe de sushi y chocolate. Pero como el mundo no entiende mi alma anarquista que se niega a sucumbir a las presiones de esta sociedad de consumo y del quedirán, me he visto obligada a pecar y pisotear todos mis principios. Kindda. Porque sucede que el Estado no le da pensiones de invalidez flojeril a la gente que, como yo, nació para ser una artista incomprendida y fashion victim a partes iguales subsidada por los impuestos de los demás o, mínimo, por la herencia de un tío-abuelo millonario de esos que sólo existen en las comedias gringas de los 90. Ergo, tengo que trabajar. Y sucks, aunque me he esforzado por encontrar una pega que no me quite demasiado las ganas de vivir. Hagamos una revisión de las pegas en las que he caído:


La apitutada con contrato, horarios y estabilidad laboralS


Mi primer trabajo serio -dejemos de lado ese tiempo universitario en que trabajé los domingos en una pastelería, fui babysitter y fracasé rotundamente en el mundo de vender comida en la U- fue cuando estaba egresada de Letras, esperando la titulación, en la biblioteca de un colegio lais y me duró menos que un candy. Y no porque me hayan pillado desapareciendo libros importados en mi bolso -que ganas no me faltaban-, sino porque rápidamente descubrí que la rutina era mi asesina. Llegar al alba (era un colegio, ¡ENTRABA A LAS 8!), tener que vestirme decente -lo que incluía, tortura china, sacarme el discretísimo piercing de la ceja cada puta mañana-, sentir que mi pega la podía hacer cualquiera que no fuera analfabeto y que yo me había endeudado hasta la tercera edad para pagar la u, todo eso me colapsaba, Pero, sobre todo, no soportaba a la gente. Así de encantadora soy. Tener que almorzar en el casino rodeada de expats angloparlantes con pinta de modelos de Calvin Klein, fanáticos del trekking y la ebriedad, era superior a mí. Creo que ha sido el único ambiente donde, aunque mi jefa directa y mi compañera eran todas nice, todo el gritonismo, chuchetismo y barsedad que me caracterizan murieron un poquito.
Mi hermana, Negra Mayor, probablemente no sepa que me dio uno de los mejores consejos que he recibido en la vida (al pillarme en plena crisis histérica NOQUIEROIRATRABAJARMAÑANA): si tanto te afecta, renuncia. No renové el contrato, por mucho que me intentaron disuadir (flores, flores, muajaja), y huí pilucha gritando FREEDOM (not) con plena conciencia de que la oficina, las 45 horas semanales y la estabilidad laboral claramente no eran para mí.

Pros: Sueldo fijo (y a tiempo), fácil, contrato, licencias, vacaciones.
Contras: Odio por la gente, horario rígido, fomedad absoluta, look respetable.
Ganas de vivir: -100000


La yosoyrebeldeporqueelmundomehizoasí


Espantada (probablemente para siempre) por los trabajos de adultoresponsable, opté por romper mis cadenas y entrar al mundo del entretenimiento nocturno. No, no fue como bailarina exótica, porque me hubieran echado a verdurazos, sino simplemente sirviendo mesas en un pub. O sea, algo así. Los primeros meses (estuve 5), recordé mi absoluta ataxia y descoordinación al llevar bandejas llenas de copete. La dura, la próxima vez que ustedes y 5 amigos más vayan a tomar, valoren al que les sirve, miren que las bandejas pesan harto y si se levanta el vaso incorrecto en un momento poco propicio, es casi imposible que no termine todo en el suelo. Y díganles holacómoestás y déjenles al menos el 10% de propina. No es tan difícil. Pero como además de mi torpeza natural no debemos olvidar que ODIO A LA GENTE, pronto descubrí que prefería esconderme en la copería (a.k.a. donde se lavan los platos/vasos, que no es la cocina) a secar platos mientras mi amigo punketa tatuador lavaba y me tiraba agua antes que tener que sonreírle a los clientes jotes. El problema es que, tiempo después, decidieron que un talento (¿?) como el mío no se podía desaprovechar copuchando en 1 metro cuadrado de suelo sempiternamente empapado, así que tuve que vestirme decente (no otra vez!) y pararme en la puerta a tener bronconeumonia y recibir a la gente. Gente que, obvio, no era capaz ni de saludar cuando les abría la puerta.

El paréntesis de "no me importa el prestigio y no necesito el cochino dinero de nadie" fue una buena experiencia. Me enseñó una dosis de humildad y le recomendaría a todo el mundo pasar por algo así en algún momento de su vida, pero tenía que terminar. No es que me molestara la libertad, pero sí me dolían los pies y sabía que eventualmente mis gastos iban a ser más que lo necesario para cigarros, celular y 20 simbólicas lucas que aportaba para pagar la luz. Así que, como las editoriales se negaban a aceptar que me necesitaban, decidí buscar "mientras tanto" algo que tuviera al menos vagamente que ver con el cartoncito ese que me dio la PUC..

Pros: A 20 metros de mi casa, horario flexible, fácil, filo con el look (por un tiempo).
Contras: Odio por la gente, sueldo random e ínfimo, acoso sexual semi-tolerado, sin contrato, sin vacaciones, look respetable (al final).
Ganas de vivir: 1


El post se me estaba haciendo eterno y, aunque usted no lo crea, entiendo que tiene mejores cosas que hacer que estar cuatro horas leyendo aquí. Vamos a crear un poco de suspenso dejando hasta aquí la primera parte de este análisis científico y multidisciplinario del estúpidoysensualtrabajoremunerado.

Continuará...